Siempre que digo, me digo -"Fumaré mi último cigarro" - me pregunto, me preguntan, si será el último de los últimos o pasará a ser el penúltimo de todos los últimos que he fumado como últimos.
Uno no cree que un pequeño vicio se hace tan fuerte con los años, es más, a los doce no creía que robar cigarros de los bolsillos de mi padre o comprar cigarros baratos a manera de juego y experimento, se volvería un buen vicio de Lucky's Strike, rojitos, light y convertibles, no, nadie pensaba en ese entonces que podría acabarme una cajetilla en dos horas, ni que algún día llamaría "bueno" a ningún vicio, menos aún que tenga la necesidad de tener una cajetilla en mis manos o que me quiera fumar un sólo cigarro yo sola.
Se me ha bajado la presión mil veces, se me a acelerado el corazón otras dos mil, he caminado rápido y casi he terminado arrastrándome otras tres mil con cigarro en mano y han sido mis compañeros de estrellas fugaces, anaranjadas fijas, depresiones y sueños fallidos o a largo plazo que no llegan, he depositado también depresiones, lágrimas e incomprensión en todas la colillas, pero mis buenos pulmones los odian.
¿Hay acaso pocas razones para que los odien?
Yo también odio a esos terribles buenos compañeros porque sé que me matan, lentos pero seguros, además de hacerme gastar dinero que podría invertir en comida, bebidas (y no hablo de licor) o transporte.
Ahora tengo un último convertible, de la cajetilla número algo, digo la número algo porque no llevo la cuenta desde los 12 hasta los 20 (ya van a ser 10 años de vicio).
Y esta vez espero que sea el último de los últimos.
(Les pido buenas vibras, que me deseen buena suerte y fuerza de voluntad, sí se puede...sí)
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