Vértigo y sordera
Impersonal
Este blog, qué es éste blog sino un montón de palabras regadas en el tiempo, un espejismo de alguien que fue, algo que sucedió hace años...
Estuve revisando el viejo correo, termina en hotmail, no sé, hotmail me parece tan anticuado en estos tiempos, es analogo a latinmail, a terra y a un dinosaurio pero a diferencia de sus coetáneos aquí está sobreviviendo a la pandemia, ahora a la guerra, a esta vorágine de hechos históricos absurdos... así me extravié en alguna parte del pleistoceno y así llegué a los mensajes de 2011, empecé a leer los viejos comentarios que algunas personas me dejaban por aquí, las notificaciones se quedaron ahí, mensajes agradables, enmohecidos, empolvándose en los rincones sin dejar de ser cálidos, el cariño de unos cuántos desconocidos se ha perpetuado de alguna manera en el tiempo, claro, hasta que blogger un día cierre y esto se termine de ir al diablo.
Este espacio siempre fue personal, talvez demasiado y no tomé consciencia de cuánto hasta ahora, empezó por las razones equivocadas y "terminó" por otras razones equivocadas, sí, cuándo uno va dando tumbos entre errores no sabe cuán embarrado se anda hasta que se levanta. Los años de alguna manera limpian la mancha de caca, refrescan y pues aquí estoy nuevamente reconociéndome como un recuerdo pero también como el presente, un rompecabezas que dejó y desea dejar todavía algunas piezas por aquí hasta que decida apagar la luz e incendiar la casa o hasta que el destino decida callarnos a todos.
Siento que después de salir de aquí empecé a escribir de cualquier cosa menos de mí y aún cuando escribía otra cosa trataba de filtrar la experiencia por medio de un malla fina para así desaparecer del todo, ahora entiendo que no quiero eclipsarme por nada, por nadie, no quiero ser más la sombra de alguien y sencillamente no dejaré que suceda, no me lo puedo permitir porque ya son diez años desapareciendo y quién sabe si uno realmente se va a dormir una noche y entre tanto filtro y tanta cosa uno de verdad se convierte en un espectro que no deja bagazo y sólo se termina yendo.
Se fue Pepe
Juguetito viejo
- Ahora qué - me susurro a mi misma - qué sigue
No lo sé, sospecho que debo seguir, pero cómo me cuesta, cómo me arde, cómo se fue el tiempo y mira que no regresa.
Eclosionó la burbuja
No recuerdo cuándo dejé ese pasatiempo y en cierta forma dejar de envidiarles, muy en el fondo claro, esas vidas desordenadas pero vidas al fin y al cabo y comenzar a vivir la mía, sin embargo hoy en el transporte público mientras venía tarde al trabajo, como toda la vida, vi un rostro peculiar, una nariz poco agraciada que resoplaba de cólera porque en este país aunque te dirijas temprano a un lugar siempre llegas tarde, al menos que salgas con miles de horas de anticipación, tráfico de mierda. Esa cara me transportó años atrás y recordé que esa era una cara conocida y que esa persona vivía y que sufría mucho por un amor egocéntrico.
En ese entonces yo la veía como la demente, la tarada, la bruta que se fue de su casa persiguiendo la felicidad junto a su gran amor, el hombre que le había hecho conocer todo tipo de sensaciones y la hacía vibrar. Me fascinaba ver como ese músico estúpido la había hecho doblegarse hasta el punto doloroso de sentir que no podía vivir sin él, y como la historia me fascinaba siempre le hacía seguimiento por medio de los blogs en las que narraba todo su mundo.
Un día la olvidé y hoy la recordé, así que mientras su nariz resoplaba de indignación porque la hora es la hora, yo me bajé donde debo bajar y me senté en el escritorio frente a la computadora como siempre, haciendo mis menesteres, revisando la conjugación de los verbos en italiano, hasta que mi mente volvió a transportarme a esa nariz y volví a buscar sobre ella como hacía antes, no tardé mucho en encontrar lo que quería y ponerme al día con esa historia de amor que acabó hace uno o dos años. Ahora puedo decir que a ella, nariz y todo la entiendo como no la entendía antes. No sé, quizás ahora soy mujer y antes era una niña, o quizás sigo siendo la niña pero una niña más vieja y las niñas viejas, como se pueden dar cuenta me decanto más por la segunda opción, aprenden algunas cosas.
La volví a leer y no la juzgué, porque nadie es de piedra y todo aquello que dije nunca haría o nunca sentiría ahora siento y muchas veces sufro por esas cuestiones de estúpidas, brutas y mujeres subnormales, es entonces cuando me pregunto si habrá otra niña sentada frente a la pantalla juzgándome a mí y a todas las Andreas que se decidieron a vivir y a tropezar en lo que nunca creyeron que caerían.
No escupas al cielo, pues.