El coyote (tiempo) y el correcaminos (yo).



Un baño de agua caliente puede arreglarlo todo, claro está no puede reparar las horas de sueño que invertí haciendo tareas, platicando gratamente y algo menos más siempre más.
Detesto salir temprano, apurarme, apurarlo todo, voy a mi ritmo pero el mundo no está adecuado a mi itinerario...el baño intenta aliviar mis cuatro horas de sueño, cada gotita que me resbala por la cabeza se filtra en ese cerebro mío brindándome ideas nuevas, cada gotita que me resbala por el pecho lo abre al nuevo día e invita a todos los nudos a retirarse de una vez y ojalá ya no hasta después de nunca, cada gotita que me resbala por el estómago me invita hambre y sólo ahora que lo escribo me invita también a recordar, cada gotita que me resbala por las piernas me anima a caminar cuando la gotita llega a los pies los acaricia y sana de caminatas insensatas reparadoras.
Por mi fuera, quedarme horas de horas bajo las gotitas...pero no, en menos de diez minutos me tengo que alistar, salgo y me siento el correcaminos con el coyote de reloj.
La ropa está encima de la cama pero no encuentro el par izquierdo de mis converse, cuando llego a encontrarla, al levantarla del piso e intentar trasladarla para que haga compañía a su par, eterno amante de caminos, la toalla del cuerpo se me cae y me enredo con ella, en momentos como esos mis piernas que quieren ser resortes, saltar a la cama o mejor aún dentro de la ropa y salir.
Ya en el bus y tranquila, en camino a encontrarme con parte tal vez de lo que será mi destino pienso recién que debí primero vestirme y después buscar el par, así evitaba la toalla en el piso, ahora en la lavadora y al coyote cerca mío.

1 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Curioso tu apurado y acelerado relato, compa Andrea. No es buena compañera, ni consejera, la prisa. Pero no siempre se puede elegir, claro...

Un abrazo y buen fin de semana.

 
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