Ratoncitos indiferentes.




Aquí me camina un silencio hablador, dedicado a hablar con dos desentendidos ratones hambrientos que encontraron maíz escondido en medio de mis dos pechos, ahí sin darse cuenta se encontraron uno frente a otro, comen del mismo, de ese agujerito que se encargaron de roer, sale maíz rojo sangre corazón, muerde y muerden, chupa y chupan sangre, mi sangre.
El silencio sabe que ambos me parten y se reparten, aún sin verse o viéndose como el reflejo de uno mismo en aquel espejo distorsionado que les regaló la ignorancia encubierta en ceguera. Tan diferentes ratoncitos se comparten. Sentada en mi pecho izquierdo la confusión y un invitado más, uno digno del espectáculo, se asoman para burlarse del evento, el silencio pasa y repasa las líneas que dejó uno y la ausencia de estas del otro.
Nostalgia y felicidad apoyan los codos en el extremo del pecho derecho, ambas se mezclan riendo y llorando, ratones indiferentes inquietos si pudieran ver los extremos o entender al silencio, tal vez no estarían tan expuestos a la risa ajena y al veneno de mi melancolía.

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