Ni idea...




No sé por qué beso a la almohada, ni por qué la almohada me devuelve el beso cálido, como si tuviera todos los cabellos que no le conté nunca en la cabeza. No sé tampoco por qué demonios tengo que escuchar esos gemidos baratos, que la puerta esté cerrada no quiere decir que no lo escuche todo, antes me excitaban pero ya no llegan a tener ese efecto, me limito a subir la música a decibeles indescifrados, contamino el ambiente un rato a punta de música, abro un concierto en la habitación.
Voy a comenzar a tejerme una chalina de telas de araña, no encuentro qué hacer sin embargo me excita salir mañana de aquí, dibujar aves con luz, con la secreta esperanza de librarme de esa visión tan obtusa que he recogido en la bella pesadilla.
No quiero hablar de partes, de ninguna porque ninguna funciona, no se toma la molestia de molestarme y fingir que ríe, creo que ahuyentó a mi diversión, tengo que soportar todos los matices de cuando pierde el tiempo con todos los estilos de voz, estoy sentadita mientras ya ignoro que son seis veces de lo mismo, seis veces de ojos cansados, sonrisas que se desdibujan, no quiero preguntar tampoco.
No quiero caminar lejos, pero tampoco sé como intentar quedarme, ni siquiera sé la disposición de todas las pestañas invisibles que se caerán, que no se muestran, creo que necesito algo de chocolate, amagarme tras la barra, hacer de cuenta, que no existe, mantener la sonrisa.

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