Otra vez es diferente casi igual.




De colores desvaídos se tiñe los cabellos de la tristeza, ateridos sus ojos no quitan la vista de la ausencia, una novedosa que poco conozco y mucho me duele. La vida que me fluye por las venas me espolea a continuar, impávida la ausencia desconocida se sienta en sus piernas pero siguen ahí los ánimos inexplicables de subirme a los lomos de aquel caballo y partir dejándoles atrás pero el caballo nos mira con aprensión, se aleja, sin pensarlo dos veces.
Con ímprobo esfuerzo trato de alcanzarle pero al final no puedo, mis piernas están cansadas de tantos años pendientes que me quitan el aliento, la tierra adusta y yo con esas compañeras indeseadas, detestables, horrendas. Embebida en mañanas astutas y noches nostálgicas siento que desfallezco en los brazos de la desconocida raposa ausencia, ya no es la dulce cítrica, esta nueva apesta a tinta y a luz que en días como estos últimos se me quiere desvanecer de la nariz inútil e ominosamente.
Quiero que pasen los días, que no sólo pasen, mejor que corran porque ellas dos me acompañan y a ellas se les une la inquietud, la incertidumbre, las corazonadas ciegas, el amargo que me deja en el pensamiento la frialdad, la distancia, el silencio de muerte. Este es el momento en el que los ateos dicen “Dios mío”, yo también lo digo pues es otra vez casi lo mismo, peor que ello, era diferente, maravilloso y terminó siendo inmundo, me está doliendo, no es el mismo dolor porque no es lo mismo, tampoco es el pasado lejano el que vuelve sino el reciente.
Ha sido abandonado el pincel encima de la cama, estoy esperando a la mano amiga…llego a la conclusión de que mis letras son nuevas y que el numen ya no es el numen, ahora es otro, es una nueva etapa o parecía ser otra porque parece quererse escapar y no mirarme a los ojos más.

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