Enfrente y atrás de la lápida.




Mientras fallecen mis vacaciones, se van lejos, junto al hambre que puedo o no sentir en estos momentos, entra luz tenue por mi ventana, el invierno se hace crudo y las nubes como pocas veces tapan al sol, lo convierten en el personaje secundario del día ¿Estamos en invierno o en verano?...
Siento alguna conexión con el pasado, volteo la cabeza y encuentro un pedacito de mi infancia, en ese pedacitos están las largas horas de distracción junto a la caja boba, sintonizando Cartoon Network, Nickelondeon o Discovery Channel, definitivamente los dibujos animados de mi niñez siempre serán mejores, siempre…sentada en la cama, comiendo aceitunas, tal vez no aceitunas, en ese entonces nunca me imaginé así, ni ahora, no tenía idea de que llegaría alguna edad, menos que los dibujos animados de esa época pasarían, que la diversión sana sería corrompida por el mundo y otros anhelos vendrían.
A veces es injusto que la niñez pasé sin consciencia de que todo ello no volverá jamás, por lo tanto deberíamos disfrutarla así como es, sin desear “ser grandes” aún.
No hay tíos abuelos que me llaman “ingrata” con sentido común, supongo que debe seguir saliendo a fumar un cigarro cada noche, en medio de su locura de repente se encuentra el almanaque con la mujer del traje de baño del 64 ¿Era del 64?...
Tampoco hay cocinas que huelen a apio, azúcar a la mantequilla, ni desayunos en la enorme mesa, en la mesa gigante donde una de las tías dementes guardaban envolturas de caramelo bajo el mantel, ni las estampas apoyadas a los centros de mesa, qué le habrá sucedido a la estampita del purgatorio que me daba tanto morbo sano mientra saboreaba la clásica sopa de pollo, ¿Qué le sucedió?
Tampoco sé del escritorio tan mono, el teléfono negro clásico pesado.
La araña de la sala ahora ilumina en una iglesia, está acostumbrada a verte penar y que varias de ellas hayan luchado por parecerse a ella.
Cuando nos quedábamos hablando o se quedaban, porque yo no escuchaba, miraba la ventana, la gente nos miraba hasta que oscurecía y a alguien se le ocurría prender la luz, cerrar las ventanas…siempre ahí pensaba ¿Qué sucede con las personas? ¿Dónde van? ¿Por qué no las vuelvo a ver?
Nada de eso queda…dos han muerto y uno murió cuando seguía vivo, el último queda en la caja mortuoria de un sueño ajeno…
En silencio pedí... en silencio mirando la lápida de un cocodrilo.
“Necesitaremos ayuda, de nuevo y siempre a ti que no te veo y que nunca veré”.
Después de todo, hoy ni esta nostalgia volverán...¿Qué diré en diez años más?

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