Una mujer que es mi madre.



Hay una mujer bella, de ojos grandes, que camina y camina, que vuela y vuela, que tiene una voz potente, un corazón tierno y la sorpresa de una niña en cada uno de sus actos, alguien que se anda durmiendo en las sillitas buscando tal vez amparo en el sueño, tal vez en la oscuridad de los ojos.
Alguien que extraña a su padre pedacito de luna, elegante como ella misma te observa de pies a cabeza, sus ojitos graciosos te examinan y su corazón te besa cuando la confianza se sienta junto a ella y entre ustedes en la banca de un parque gracioso.
Habla con las aves, crea historias de loros, las historias de chiquita, ahora las historias de una adulta siempre niña, saluda a la perra que nos persiguió una noche, llora por películas de romance sin fin, discute con la adolescente, lucha por ideales, se tropieza, se para y sigue y sigue...
Una descripción muy pobre de mi parte, una pequeña descripción inútil para alguien que ha pasado su vida cuidando de esta persona que escribe, que respira y que dentro de sus vocabulario limitado, dentro de las palabras que no ayudan y solo entorpecen quiere decir, gracias.
Son 50 años ya, de tenerte junto a nosotros, los que tenemos la suerte, el encanto, la maravilla de tener a alguien incondicional, noble, risueña, increíble, junto a nosotros en el camino alegre podrido de la vida.
Yo tengo la suerte de ser la hija de una madre que da por mí lo que tal vez la vida y yo siempre te deberemos.
Feliz cumpleaños Mamá.

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