Día equivocado.



Pongo treinta en primero, recuerdo sumergidos en sino, un plato de conservas y más ganas de volver a escribir sobre meses pero nunca en silencio.
Mis pijamas adornan los televisores nunca usados y no me puedo concentrar en el lapicero de ayer ni en la mesa floreada.
Mi concentración toma té verde con los músculos y sus deseos flamencos miran el nacimiento empolvado, ve a la virgen llorosa con polvo en la nariz.
¡Llora puta! ¡Llora virgen!...es bien sínica.
No ni se puede concentrar, alisarme las pestañas, no me puede encontrar.

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