Dieta

En un segundo me quiero comer el mundo, me quiero comer todo.

Si me como el pasado me comería los huesos y el polvo de recuerdos que aún se conservan nítidos en ese espacio reducido y amplio del que perdí rastro, me comería sus ojos borrosamente nítidos que me odiaban, el olor a formol de los velatorios, el timbre que llamaba a la habitación del cáncer limeño bien arequipeño que hizo daño a mi recuerdo, los crucigramas de la tarde, el sol que caía por las ventanas, ese olor a muerto, a viejo, los sonidos de la vieja casa, los espíritus que la abrazaban, las tardes mirando la calle mientras se intercambiaban palabras en ese viejo sillón azul, los dulces, el papel higiénico que creía mortadela, las canciones de la noche junto a la dulzura ahora ya muerta, las tablas de multiplicar, pan con mantequilla y azúcar, muchas cosas que se quedaron ahí…ahí.

Si me como el presente, me como a mi y a mil ideas, a una sensibilidad extrema que cala hondo mi corazón pero no el de los demás, me comería a las 10 de la noche, la cama, la habitación a oscuras, la mezcla de alegría y pena en la que se encuentra mi sentimiento sentido, la música que habla de no sé, mis pies helados, mis ganas de darme ánimos y de escribir hasta que me ampute el cerebro, el sueño.

Si me como el futuro, me como nada, solo mil sueños bien cojudos, bien cuerdos, bien ellos que llegarán en presente pero nunca futuro, un espacio deshabitado de realidad y lleno de sueños, un espacio que sabe a nada pero apetitoso.

Me los comería, no lo dudaría, no lo pensaría pero prefiero seguir manteniendo a mi anorexia golosa en el cerrazón del solo deseo.

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