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Mujer en el Café de Tambourin, Vincent Van Gogh, 1887
Llegué a casa y pensé en escribirle, a todo ello que quiero, a la memoria, a las fotografías que no son mías y son de él, de ese ser ajeno a mi cuerpo que se confundía entre el cigarro, la risa, el sueño, aburrimiento infinito…creo que podría muerto de autista en ese sillón, podría pero no lo hice.
Llegué a casa y quise escribirle, expresarle mil cosas pero cuando iba a hacer ello me amputé los dedos, no quise hacer caso a ese mi gran deseo por miedo, aunque cojo confianza en mí, se me complica porque mi independencia se ve comprometida con esos deseos y sentimientos…si supieras, creo que sabes pero ya no quieres darte cuenta.
Llegué a casa y me quedé sin palabras de mentiritas, muchas que se escondieron bajo las mangas y el bonito recuerdo de ese par de ojos de chocolate, par de parpados que nunca vi, que nunca besé.
Yo te quisiera decir muchas cosas o de repente ninguna y sólo apoyarme en el pecho de la distancia, teletransportarme, sentir que no me rechazas porque aunque digas lo contrario, yo lo siento.
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