Eclosionó la burbuja

Recuerdo hace mucho, tres años no más, me gustaba leer y stalkear blogs de ciertas personas a las que en muchos casos conocía de vista y a las que nunca hablé. Me gustaba leer sobre sus vidas, lo que pensaban, lo que pasaban y muchas veces no entendía nada. Era mi inexperiencia saben, una persona cree conocerlo todo y saber esto y aquello y en muchos casos juzgar y sentirse superior e intocable.
No recuerdo cuándo dejé ese pasatiempo y en cierta forma dejar de envidiarles, muy en el fondo claro, esas vidas desordenadas pero vidas al fin y al cabo y comenzar a vivir la mía, sin embargo hoy en el transporte público mientras venía tarde al trabajo, como toda la vida, vi un rostro peculiar, una nariz poco agraciada que resoplaba de cólera porque en este país aunque te dirijas temprano a un lugar siempre llegas tarde, al menos que salgas con miles de horas de anticipación, tráfico de mierda. Esa cara me transportó años atrás y recordé que esa era una cara conocida y que esa persona vivía y que sufría mucho por un amor egocéntrico.
En ese entonces yo la veía como la demente, la tarada, la bruta que se fue de su casa persiguiendo la felicidad junto a su gran amor, el hombre que le había hecho conocer todo tipo de sensaciones y la hacía vibrar. Me fascinaba ver como ese músico estúpido la había hecho doblegarse hasta el punto doloroso de sentir que no podía vivir sin él, y como la historia me fascinaba siempre le hacía seguimiento por medio de los blogs en las que narraba todo su mundo.
Un día la olvidé y hoy la recordé, así que mientras su nariz resoplaba de indignación porque la hora es la hora, yo me bajé donde debo bajar y me senté en el escritorio frente a la computadora como siempre, haciendo mis menesteres, revisando la conjugación de los verbos en italiano, hasta que mi mente volvió a transportarme a esa nariz y volví a buscar sobre ella como hacía antes, no tardé mucho en encontrar lo que quería y ponerme al día con esa historia de amor que acabó hace uno o dos años. Ahora puedo decir que a ella, nariz y todo la entiendo como no la entendía antes. No sé, quizás ahora soy mujer y antes era una niña, o quizás sigo siendo la niña pero una niña más vieja y las niñas viejas, como se pueden dar cuenta me decanto más por la segunda opción, aprenden algunas cosas.
La volví a leer y no la juzgué, porque nadie es de piedra y todo aquello que dije nunca haría o nunca sentiría ahora siento y muchas veces sufro por esas cuestiones de estúpidas, brutas y mujeres subnormales, es entonces cuando me pregunto si habrá otra niña sentada frente a la pantalla juzgándome a mí y a todas las Andreas que se decidieron a vivir y a tropezar en lo que nunca creyeron que caerían.

No escupas al cielo, pues.
 
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