Adiós contigo, parte mil y una noches

Esta noche decidí visitarte, escondida, quería saber si es que algo recuerdas de mí y me di cuenta que ya volteaste la página como yo aparenté todo este tiempo, es más te encontré si es que a ello se le puede decir así y sonreí porque no se me erizó el vello del brazo, porque en serio eres historia marchita, pero eso es lo que yo quiero creer o quizás no sea así, pues mi vida amorosa no ha mejorado en nada, a decir verdad me siento muy sola  y el último intento fue fracaso como tú hace un año y meses, sólo que no tan doloroso.
He aprendido, a mi pesar a ser menos ingenua, ilusionarme menos o de repente todo se englobe y sea que he creado un caparazón más duro que el de antes, en el que nada se rompe y sea una tortuga veinteañera de dureza ochentera. 
Tú no me entiendes y menos mal no lo lees, ya no. 
Entonces me di cuenta de lo anterior de todo y también de que al llegar a ti me hice pequeñita por un periodo, aún cuando te leo me siento diminuta, aunque nunca hayas deseado ese efecto lo logras, aún ahora con tanta verborrea y poco corazón. También me fijé en que ahora escribo menos con el sentimiento de antes, el dictado se suspendió, y ahora cuando me gusta el tipo de los tatuajes que no me corresponde por no saber si soy multiorgásmica o no teñirme el pelo ya no intento de que él me sienta con las palabras, ni me interesa, no se me pasa por la mente  porque no deseo ser pateada por el punto débil.
Las letras que te regalé, aunque más elaboradas e igual de torpes nunca se asemejarán en sentimiento a las primeras que le di al hombre que creía que era el amor de mi vida y ahora es sólo para mí un ser espantoso por el que siento repugnancia, y ese no eres tú porque por ti no siento asco, sólo melancolía y este sentimiento desde siempre, sólo que ahora con más intensidad por haber leído tus laberínticas letras y la sensación de que en el amor fracasé una vez más con alguien que no eres tú y que ahora tú querido eres despreciado, minimizado, poco respetado como yo lo fui por ti y ese aire de superioridad y desprendimiento con el que me trataste.
Al menos espero que asumas ese nuevo papel con la dignidad triste, colérica a veces, con la que yo asumí que tus sentimientos me dejen sola para otros aventones poco futuristas. 
Qué pena por los dos, obviamente más por ti que por mí, otra vez...adiós contigo.

Girls on the Jetty
Girls on the Jetty, Edvard Munch, 1899-1901





 
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